viernes, 23 de octubre de 2015

¿ES POSIBLE DETENER LA IMAGINACIÓN?

¿ES POSIBLE DETENER LA IMAGINACIÓN?
Por: Ouspenksy

Este sistema es el resultado de la experiencia.

Al principio es muy poco lo que puede hacerse en cuanto a la detención real de la expresión de las emociones negativas, o la detención de la imaginación y de cosas de esa índole.

Usted piensa que si decide hacer una cosa, en nuestro estado actual, puede realmente conseguirlo ya, pero no es así.

Las cosas siguen automática, mecánicamente, y usted no lo advierte.

Pero si empieza a oponérseles, empieza a advertirlas.

De modo que esto es más en favor de la observación que de cualquier resultado.

No es tan fácil obtener resultados.

P. Si usted va a detener la imaginación, ¿no debe tener algún punto sobre el cual fije su mente?

R. Siempre tenemos bastantes puntos sobre los cuales fijamos nuestra mente; la pregunta es: ¿podemos fijarla?

Tenemos el poder de observación, pero no podemos mantener nuestra mente sobre lo que queremos.

La situación se parece a esto: enseñamos este estudio de sí desde diferentes lados; si hacemos un poco en un punto, y un poco en otro punto, y un poco en un tercer punto, juntos producirán algún efecto y tornarán más fácil hacer algo en un cuarto punto.

No podemos hacer primero una cosa y luego otra: hemos de empezar de todos lados.

En cuanto a la lucha con la imaginación, se la sugiere precisamente como una lucha: no significa que no podamos detenerla.

Para detener la imaginación se necesita mucha más energía de la que poseemos; sólo podemos intentar detenerla.

No podemos hacer nada; sólo podemos intentarlo.

Sólo podemos empezar algo, y si empezamos muchas cosas a la vez, obtendremos algunos resultados.

Con este sistema es posible empezar desde muchos lados, y entonces aparecerán los resultados.

Ouspensky

domingo, 18 de octubre de 2015

UN CAMINO DE COMPRENSIÓN

UN CAMINO DE COMPRENSIÓN
Por: jeanne de salzmann

El Cuarto Camino es un camino de comprensión que debe ser vivido.
        
Mi comprensión se mide según la manera en que vivo.

Existo exactamente según la medida de mi comprensión.

No puedo decir que entiendo lo que quiere decir estar presente.

No es verdad, porque no lo vivo.
        
Cuando existo de otra manera, sin estar presente, es que hay algo que no comprendo.

Pero, tal como soy, nunca lo comprenderé, a menos que una pregunta se levante en mí.

¿Cuál es el esfuerzo que llamamos «trabajar»?

¿Qué es lo que buscamos obtener?

¿Qué comprendo hoy, que necesito comprender?

Siempre queremos cambiar algo en nosotros porque no nos gusta.

Este no es un punto de partida justo.

No está basado sobre la comprensión y lo que no parte de la comprensión no puede ser confiable.

¿Sobre qué comprensión de mí mismo apoyo hoy mi esfuerzo?

Sólo me puedo comprometer en la medida de mi comprensión.

La comprensión depende de mí estado de ser, de mí estado de Presencia.

Las impresiones conscientes forman la base de la comprensión.

¿Qué es comprensión?

Lo que experimente en un momento de conciencia es lo que comprendo.

Desafortunadamente no permanezco consciente.

En el momento en que mi estado cambia, y mi conciencia disminuye, mi comprensión se pierde.

Enseguida es tomada por mi pensamiento asociativo y mis emociones automáticas, mis medios ordinarios que la roban para pretender que es suya y servirse de ella.

Hay que conocer este hecho inevitable para no ser engañado.

La comprensión es un tesoro precioso que debe entrar como un elemento vivo en el esfuerzo siguiente que yo haga.

Si la comprensión entra con claridad, puede dar un impulso que será justo y llevará a una impresión consciente, a una comprensión nueva.

Hay que tener cuidado para no permitir que esa impresión nueva sea traicionada por mis medios ordinarios.

De otra manera esa impresión nueva, será enturbiada y acompañada por asociaciones indeseables.

En el estado ordinario de sueño, de identificación, no podemos saber nada.

Cuando estoy tomado, estoy totalmente ausente.

No hay nadie allí para ver, para darse cuenta; no hay una partícula de atención libre para ver.

En mi estado de sueño es absurdo pretender que quiero trabajar, es imposible.

Necesito poner en tela de juicio la ilusión de mí mismo, mi afirmación habitual.

Mi primer esfuerzo es despertarme para ver.

No damos suficiente importancia a ese momento de despertar, el momento en que uno se ve tal como es en su sueño.

Creemos que despertar significa entrar en otra vida que no tendría nada que ver con la que llevamos.

Sin embargo, en realidad, despertar significa ante todo despertar a lo que somos en nuestro sueño.

Despertar significa ver, experimentar el sueño; despertar significa ver, experimentar la identificación.

El momento mismo en que emergemos para ver que estamos sumergidos en el sueño, en la identificación, es el único momento de donde podría partir un impulso.

Allí tengo la oportunidad de despertar; después justifico, miento.

En ese instante, me doy cuenta de que mi estado es muy bajo, muy inferior.

Me siento concernido y quiero liberarme.

Entonces quiero estar presente.

Viendo que estoy tomado por mi imaginación, de repente me he despertado como golpeado por una luz.

Despierto al tomar conciencia de mi sueño.

Veo que tengo la posibilidad de despertar cuando no estoy totalmente tomado.

Reconozco allí una posibilidad que es algo muy grande.

La mayoría del tiempo rechazo esa posibilidad, y eso es una traición.

Podríamos despertar pero no lo hacemos.

Estamos ausentes.

Y cuando despertamos vemos que no podemos permanecer presentes.

Si no busco conocer la manera en que soy tomado, me quedaré en un círculo sin salida.

Ver, conocer, se vuelve la meta más importante.

Necesito comprender que puedo poder y que puedo querer; puedo trabajar para estar presente.

Necesito querer estar presente y poder permanecer presente.

La manera en que me cuestiono, en que busco conocer lo que necesito, es muy importante.

No puedo empezar desde un deseo vago que doy por sentado.

Tengo que saber qué es lo que hago y por qué lo hago.

jeanne de salzmann





ESE EGOÍSMO FEROZ

ESE EGOÍSMO FEROZ
Por: jeanne de salzmann

No somos lo que creemos ser.

Cegados por nuestra imaginacion, nos valoramos demasiado, nos mentimos.

Nos mentimos siempre, en cada instante, todo el dia, toda nuestra vida.

Hay que detenerse interiormente y observar, observar sin tomar partido, aceptando por un tiempo esa idea de la mentira.
                                       
Entonces, tal vez, veremos que somos algo diferente de lo que creíamos ser.

Puedo tener momentos de real tranquilidad, de silencio, en los que me abro a otra dimensión, a otro mundo.

Lo que no veo es que fuera de esos momentos soy presa de la violencia, es decir, del conflicto, de las contradicciones.

Y al descubrir nuevas posibilidades en mi, necesito conocer de qué está hecho el fondo de una parte de mi naturaleza, de ver que no es algo extraño que puede apartarse cuando uno quiera, sino que es lo que soy y que no puedo ser de otra manera.

Ese egoísmo feroz soy yo; es necesario que tome conciencia de la necesidad de un contacto directo con esa acción egoísta que no cesa de aislarme y dividirme.

Todo lo que hago surge de esa acción.

Para verlo, debo observarme sin la intervención de ninguna imagen, entrar en contacto íntimo y real conmigo mismo.

¿Por qué tenemos una necesidad imperiosa de realizarnos?

Un impulso profundo está en juego: el miedo fundamental de no ser, el miedo del aislamiento total, del vacío, de la soledad.

Nuestra mente ha creado esa soledad, con sus pensamientos auto protectores y egocéntricos como «yo», y «lo mío», mi nombre, mi familia, mi posición, mis cualidades.

Pero en el fondo nos sentimos vacíos y solos, tenemos una vida que es estrecha y superficial.

Emocionalmente estamos hambrientos e intelectualmente somos repetitivos.

Todo el tiempo tratamos de llenar ese vacío.

Ya que nuestro yo pequeño y mezquino es una fuente de dolor, queremos, consciente e inconscientemente, perdernos en una excitación individual o colectiva, o en alguna forma de experiencia sensorial.

Todo en nuestra vida: las diversiones, los libros, la comida, la bebida, el sexo, nos alienta a buscar estímulos en diferentes niveles.

Nos deleitamos con esto y buscamos un estado de felicidad en mantener un placer donde nos sea posible escapar de ese yo.

Todo el tiempo nuestras mentes están ocupadas en evadirse, en desear ser completamente absorbidas por algo, cautivadas por una creencia, una esperanza, un amor, un trabajo.

La evasión se ha vuelto más importante que la verdad que no afrontamos.

Mientras gira alrededor de esos intereses mezquinos, nuestra mente estrecha minimiza los retos de la vida, interpretándolos con su comprensión limitada.

En consecuencia, nuestra vida sufre de una falta de sentimiento intenso, fuerte, de una falta de pasión.

Esto es un problema esencial.

Con una verdadera pasión en el fondo de nosotros mismos, nos hacemos sumamente sensibles a la vida: la pobreza, la riqueza, la corrupción, la belleza, la naturaleza..., a todo.

Nos conciernen las posibilidades que nos ofrece la vida en la cooperación y en la relación.

Sin pasión, la vida es vacía, carece de sentido.

Si uno no siente profundamente la belleza de la vida, el desafío que significa, entonces ella no tiene ningún sentido.

Uno funciona mecánicamente.

Sin embargo, esa pasión no es una devoción ni un sentimentalismo.

Tan pronto la pasión tiene un motivo o toma partido, se vuelve placer o dolor.

La pasión que necesitamos es la pasión de ser.

La mayoría de nosotros no amamos ni somos amados.

Tenemos muy poco amor en nuestros corazones y por esto es que lo suplicamos o lo buscamos en sucedaneos.

Nuestro estado habitual es negativo, todas nuestras emociones son reacciones.

De hecho, no sabemos lo que es un sentimiento positivo, lo que es amar.

Mi yo, mi ego, está siempre tomado por lo que me agrada o lo que no me agrada, lo que «me gusta» o «no me gusta».

Siempre quiere recibir, ser amado, y eso me empuja a buscar el amor.

Doy para recibir.

Puede ser la generosidad de la mente, del yo, pero no es la generosidad del corazón.

Amo con mi yo, con mi ego, no con mi corazón.

Profundamente, ese yo siempre está en conflicto con el otro y rehúsa compartir.

Vivir sin amor es vivir una contradicción perpetua, es el rechazo de lo real, de lo que es.

Sin ese sentimiento, uno nunca puede encontrar la verdad y toda relación humana es dolorosa.

Si no me conozco totalmente, mi mente y mi corazón, mi dolor y mi avidez, no puedo vivir el presente.

Lo que debo explorar no está más allá del ser, sino en todo el proceso de su propia conciencia.

Esa es la base misma a partir de la cual pienso y siento.

Mi pensar tiene sed de continuidad, de permanencia.

De alli viene el yo, el ego, y ese es el origen del miedo, del miedo a perder, a sufrir.

Si no conozco mi inconsciente, no comprenderé el miedo y toda mi búsqueda en mi mismo estará falseada.

No habrá amor y mi único interés será el de asegurar la continuidad del yo, incluso después de la muerte.


jeanne de salzmann

LA MUERTE DE MI YO ORDINARIO

LA MUERTE DE MI YO ORDINARIO
Por: Jeanne de salzmann

El recuerdo de sí es el momento en el que ya no soy un objeto para mí mismo, cuando la conciencia ya no deja espacio para una división.

Es el momento en que, al sentir la conciencia, siento que soy la conciencia.

Siento «Yo».

¿Qué sería el recuerdo de si?

El recuerdo sería el choque emocional generado por el momento de contacto entre todas las energías que actúan en mí.

Esto produce una vibración creadora.

Apenas es emitida, ella va a estar sometida a la ley de siete, de manera que el recuerdo no puede permanecer estático.

En mi estado habitual todo es vago y nebuloso.

Pensamientos, oleadas de emociones y de tensiones lo atraviesan.

Pero esos pensamientos no vienen todos juntos.

Se levantan uno tras otro.

Es lo mismo para las emociones.

Cuando un pensamiento pasa, otro se levanta.

Pero entre los dos, hay un intervalo, un vacío, un paro que es extremadamente importante.

Es el momento en que me doy cuenta de que hay una realidad detrás de los pensamientos escondida por el movimiento de ellos.

Puedo tomar conciencia de lo que está detrás de mis movimientos.

Nada dura, lo que aparece debe desaparecer.

La desaparición es tan importante como la aparición.

Forma parte del mismo hecho.

Pero si puedo vivir las dos, aceptar las dos, estoy más allá de la aparición y la desaparición.

Las contengo.

En ese momento mis centros entran en relación entre si; la relación se hace por si sola.

La apertura a nuestro ser esencial, a los centros superiores, pide un estado de unidad.

Pero, en nuestro estado habitual, nuestro centro de gravedad, siempre volcado hacia el ego, es desplazado hacia la parte de arriba del cuerpo, lo cual nos separa de nuestra verdadera forma.

El sufrimiento que resulta de la separación de nuestra naturaleza esencial abre la posibilidad de una unión.

Cuando el sufrimiento es fuerte, obliga a una apertura.

Hace falta una decisión, una determinación, para seguir el camino, a través de la cual nuestro ser esencial nos llama.

Para poder servir a la expresión de esa fuerza que necesita trascendernos, se nos exige un contacto perpetuo con nuestro ser esencial.

Debemos morir a un nivel, morir en tanto que ego, para resucitar en otro nivel.

Quiero abrirme.        

Siento la necesidad de arriesgar mi posición bien establecida.

Siento la necesidad de silencio, de un silencio real, de un vacío.

Y, al mismo tiempo, querría tomar, tener, para seguir subsistiendo de mi manera habitual.

No me someto, no reconozco, no sirvo.

Quiero servirme.

Y necesito aceptar ese hecho, vivirlo, sufrirlo, más que buscar algún recurso.

Ese recurso hoy en día sería una huida, una artimaña, una manera de apartar lo inevitable.

Siento ese estar cerrado, mi indiferencia.

Siento esa realidad que me llama pero en la que no confío, en la que no tengo fe.

Quiero que ella se me entregue.

Tengo miedo, miedo de desaparecer.

Para ir más allá de esa fragmentación, de esa separación de mí ser esencial, la energía en su totalidad necesita fusionarse.

Necesita estar completamente liberada.

¿Veo la necesidad de esto? ¿Lo acepto? ¿Lo quiero?

Para ello, una tranquilidad absoluta necesita hacerse en mí, en todas mis partes.

No para lograr, ni para recibir y apropiarme de algo maravilloso. Al contrario, veo mi nulidad, mi apego, mi temor de perder el significado que me atribuyo.

En vez de querer siempre tener la razón, veo mis contradicciones.

Veo que estoy bajo la hipnosis de la imaginación.

Veo todo tomado en conjunto: el ego y el verdadero yo.

Al ver, me libero.

Por un momento ya no soy el mismo.

Mi atención liberada, mi conciencia, conoce entonces lo que soy esencialmente.

Es la muerte del yo ordinario.

¿Qué quiere decir el recuerdo de si?

El recuerdo de si quiere decir morir a si mismo, a mi mentira, a mi imaginación.

Es adquirir el gusto de la comprensión por lo que falta, la conciencia de la falta de comprensión.

En el recuerdo hay un soltarse del ego que permite entrar en una conciencia nueva.

Veo el yo ordinario como una proyección del yo, un fantasma.

La manifestación no es algo separado, sino una proyección de algo esencial.

Al volver a la fuente, tomo conciencia de lo que se eleva para no volver a caer, de lo que no nace, de lo que no muere, de lo que es el eterno Sí Mismo.

jeanne de salzmann







viernes, 16 de octubre de 2015

NO SOMOS LO QUE CREEMOS SER

NO SOMOS LO QUE CREEMOS SER
Por: Jeanne de salzmann

No somos lo que creemos ser.

Cegados por nuestra imaginacion, nos valoramos demasiado, nos mentimos.

Nos mentimos siempre, en cada instante, todo el dia, toda nuestra vida.

Hay que detenerse interiormente y observar, observar sin tomar partido, aceptando por un tiempo esa idea de la mentira.

Entonces, tal vez, veremos que somos algo diferente de lo que creíamos ser.

Puedo tener momentos de real tranquilidad, de silencio, en los que me abro a otra dimensión, a otro mundo.

Lo que no veo es que fuera de esos momentos soy presa de la violencia, es decir, del conflicto, de las contradicciones.

Y al descubrir nuevas posibilidades en mi, necesito conocer de qué está hecho el fondo de una parte de mi naturaleza, de ver que no es algo extraño que puede apartarse cuando uno quiera, sino que es lo que soy y que no puedo ser de otra manera.

Ese egoísmo feroz soy yo; es necesario que tome conciencia de la necesidad de un contacto directo con esa acción egoísta que no cesa de aislarme y dividirme.

Todo lo que hago surge de esa acción.

Para verlo, debo observarme sin la intervención de ninguna imagen, entrar en contacto íntimo y real conmigo mismo.

¿Por qué tenemos una necesidad imperiosa de realizarnos?

Un impulso profundo está en juego: el miedo fundamental de no ser, el miedo del aislamiento total, del vacío, de la soledad.

Nuestra mente ha creado esa soledad, con sus pensamientos auto protectores y egocéntricos como «yo», y «lo mío», mi nombre, mi familia, mi posición, mis cualidades.

EN EL FONDO NOS SENTIMOS VACÍOS Y SOLOS………

Pero en el fondo nos sentimos vacíos y solos, tenemos una vida que es estrecha y superficial.

Emocionalmente estamos hambrientos e intelectualmente somos repetitivos.

Todo el tiempo tratamos de llenar ese vacío.

Ya que nuestro yo pequeño y mezquino es una fuente de dolor, queremos, consciente e inconscientemente, perdernos en una excitación individual o colectiva, o en alguna forma de experiencia sensorial.

Todo en nuestra vida: las diversiones, los libros, la comida, la bebida, el sexo, nos alienta a buscar estímulos en diferentes niveles.

Nos deleitamos con esto y buscamos un estado de “felicidad” en mantener un placer donde nos sea posible escapar de ese yo.

Todo el tiempo nuestras mentes están ocupadas en evadirse, en desear ser completamente absorbidas por algo, cautivadas por una creencia, una esperanza, un amor, un trabajo.

La evasión se ha vuelto más importante que la verdad que no afrontamos.

Mientras gira alrededor de esos intereses mezquinos, nuestra mente estrecha minimiza los retos de la vida, interpretándolos con su comprensión limitada.

En consecuencia, nuestra vida sufre de una falta de sentimiento intenso, fuerte, de una falta de pasión.

Esto es un problema esencial.

Con una verdadera pasión en el fondo de nosotros mismos, nos hacemos sumamente sensibles a la vida: la pobreza, la riqueza, la corrupción, la belleza, la naturaleza..., a todo.

Nos conciernen las posibilidades que nos ofrece la vida en la cooperación y en la relación.

Sin pasión, la vida es vacía, carece de sentido.

Si uno no siente profundamente la belleza de la vida, el desafío que significa, entonces ella no tiene ningún sentido.

Uno funciona mecánicamente.

Sin embargo, esa pasión no es una devoción ni un sentimentalismo.

Tan pronto la pasión tiene un motivo o toma partido, se vuelve placer o dolor.

La pasión que necesitamos es la pasión de ser.

La mayoría de nosotros no amamos ni somos amados.

Tenemos muy poco amor en nuestros corazones y por esto es que lo suplicamos o lo buscamos en sucedaneos.

Nuestro estado habitual es negativo, todas nuestras emociones son reacciones.

De hecho, no sabemos lo que es un sentimiento positivo, lo que es amar.

Mi yo, mi ego, está siempre tomado por lo que me agrada o lo que no me agrada, lo que «me gusta» o «no me gusta».

Siempre quiere recibir, ser amado, y eso me empuja a buscar el amor.

Doy para recibir.

Puede ser la generosidad de la mente, del yo, pero no es la generosidad del corazón.

Amo con mi yo, con mi ego, no con mi corazón.

Profundamente, ese yo siempre está en conflicto con el otro y rehúsa compartir.

Vivir sin amor es vivir una contradicción perpetua, es el rechazo de lo real, de lo que es.

Sin ese sentimiento, uno nunca puede encontrar la verdad y toda relación humana es dolorosa.

Si no me conozco totalmente, mi mente y mi corazón, mi dolor y mi avidez, no puedo vivir el presente.

Lo que debo explorar no está más allá del ser, sino en todo el proceso de su propia conciencia.

Esa es la base misma a partir de la cual pienso y siento.

Mi pensar tiene sed de continuidad, de permanencia.

De alli viene el yo, el ego, y ese es el origen del miedo, del miedo a perder, a sufrir.

Si no conozco mi inconsciente, no comprenderé el miedo y toda mi búsqueda en mi mismo estará falseada.

No habrá amor y mi único interés será el de asegurar la continuidad del yo, incluso después de la muerte.

jeanne de salzmann


domingo, 4 de octubre de 2015

EL BISTUTÍ DE LA ATUO-CRÍTICA

EL BISTUTÍ DE LA ATUO-CRÍTICA
Por: samael aun weor

EL YO FANTASÍA

Hay instantes raros en la vida, muy raros, en los que uno logra ver su propia ridiculez, momentos que logra percibir su yo fantasía, su persona fantasía.

Cuando eso sucede, existe un dolor moral muy profundo, pero luego viene el sueño nuevamente, busca la manera de enderezar el “entuerto” y al fin se consuela de cincuenta mil maneras, olvida la cuestión y el mundo sigue «en paz» como siempre.

Vale la pena que nosotros seamos sinceros con nosotros mismos.

Se trata de auto-conocernos, si es que de verdad queremos nosotros hacer manifiesto al ser que llevamos dentro, si es que de verdad aspiramos nosotros a la realidad y nada más que la realidad, sin un átomo de fantasía.

Necesitamos el valor de desgarrarnos, de romper esa persona fantasía que no existe.

Los demás saben que no existe, pero que uno cree que existe.

Claro que se necesita utilizar el bisturí de la auto-crítica, de lo contrario no sería posible la autocrítica.

Si procedemos así, lograremos romper el yo fantasía, lograremos destrozarlo, reducirlo a cenizas, a polvareda cósmica.

Objetivo: descubrir el ser que mora en nuestras profundidades; pero el “yo” fantasía eclipsa al ser, lo mantiene a uno en sí mismo tan fascinado con lo que no es real, que no lo deja a uno descubrir al ser.

samael aun weor