NO SOMOS LO QUE
CREEMOS SER
Por: Jeanne de salzmann
No somos lo que
creemos ser.
Cegados por nuestra
imaginacion, nos valoramos demasiado, nos mentimos.
Nos mentimos siempre,
en cada instante, todo el dia, toda nuestra vida.
Hay que detenerse
interiormente y observar, observar sin tomar partido, aceptando por un tiempo
esa idea de la mentira.
Entonces, tal vez,
veremos que somos algo diferente de lo que creíamos ser.
Puedo tener momentos
de real tranquilidad, de silencio, en los que me abro a otra dimensión, a otro
mundo.
Lo que no veo es que
fuera de esos momentos soy presa de la violencia, es decir, del conflicto, de
las contradicciones.
Y al descubrir nuevas
posibilidades en mi, necesito conocer de qué está hecho el fondo de una parte
de mi naturaleza, de ver que no es algo extraño que puede apartarse cuando uno
quiera, sino que es lo que soy y que no puedo ser de otra manera.
Ese egoísmo feroz soy
yo; es necesario que tome conciencia de la necesidad de un contacto directo con
esa acción egoísta que no cesa de aislarme y dividirme.
Todo lo que hago
surge de esa acción.
Para verlo, debo
observarme sin la intervención de ninguna imagen, entrar en contacto íntimo y
real conmigo mismo.
¿Por qué tenemos una
necesidad imperiosa de realizarnos?
Un impulso profundo
está en juego: el miedo fundamental de no ser, el miedo del aislamiento total,
del vacío, de la soledad.
Nuestra mente ha
creado esa soledad, con sus pensamientos auto protectores y egocéntricos como
«yo», y «lo mío», mi nombre, mi familia, mi posición, mis cualidades.
EN EL FONDO NOS
SENTIMOS VACÍOS Y SOLOS………
Pero en el fondo nos
sentimos vacíos y solos, tenemos una vida que es estrecha y superficial.
Emocionalmente
estamos hambrientos e intelectualmente somos repetitivos.
Todo el tiempo
tratamos de llenar ese vacío.
Ya que nuestro yo
pequeño y mezquino es una fuente de dolor, queremos, consciente e
inconscientemente, perdernos en una excitación individual o colectiva, o en
alguna forma de experiencia sensorial.
Todo en nuestra vida:
las diversiones, los libros, la comida, la bebida, el sexo, nos alienta a
buscar estímulos en diferentes niveles.
Nos deleitamos con
esto y buscamos un estado de “felicidad” en mantener un placer donde nos sea
posible escapar de ese yo.
Todo el tiempo
nuestras mentes están ocupadas en evadirse, en desear ser completamente
absorbidas por algo, cautivadas por una creencia, una esperanza, un amor, un
trabajo.
La evasión se ha
vuelto más importante que la verdad que no afrontamos.
Mientras gira alrededor
de esos intereses mezquinos, nuestra mente estrecha minimiza los retos de la
vida, interpretándolos con su comprensión limitada.
En consecuencia,
nuestra vida sufre de una falta de sentimiento intenso, fuerte, de una falta de
pasión.
Esto es un problema
esencial.
Con una verdadera
pasión en el fondo de nosotros mismos, nos hacemos sumamente sensibles a la
vida: la pobreza, la riqueza, la corrupción, la belleza, la naturaleza..., a
todo.
Nos conciernen las
posibilidades que nos ofrece la vida en la cooperación y en la relación.
Sin pasión, la vida
es vacía, carece de sentido.
Si uno no siente
profundamente la belleza de la vida, el desafío que significa, entonces ella no
tiene ningún sentido.
Uno funciona
mecánicamente.
Sin embargo, esa pasión
no es una devoción ni un sentimentalismo.
Tan pronto la pasión
tiene un motivo o toma partido, se vuelve placer o dolor.
La pasión que
necesitamos es la pasión de ser.
La mayoría de
nosotros no amamos ni somos amados.
Tenemos muy poco amor
en nuestros corazones y por esto es que lo suplicamos o lo buscamos en
sucedaneos.
Nuestro estado
habitual es negativo, todas nuestras emociones son reacciones.
De hecho, no sabemos
lo que es un sentimiento positivo, lo que es amar.
Mi yo, mi ego, está
siempre tomado por lo que me agrada o lo que no me agrada, lo que «me gusta» o
«no me gusta».
Siempre quiere
recibir, ser amado, y eso me empuja a buscar el amor.
Doy para recibir.
Puede ser la
generosidad de la mente, del yo, pero no es la generosidad del corazón.
Amo con mi yo, con mi
ego, no con mi corazón.
Profundamente, ese yo
siempre está en conflicto con el otro y rehúsa compartir.
Vivir sin amor es
vivir una contradicción perpetua, es el rechazo de lo real, de lo que es.
Sin ese sentimiento,
uno nunca puede encontrar la verdad y toda relación humana es dolorosa.
Si no me conozco
totalmente, mi mente y mi corazón, mi dolor y mi avidez, no puedo vivir el
presente.
Lo que debo explorar
no está más allá del ser, sino en todo el proceso de su propia conciencia.
Esa es la base misma
a partir de la cual pienso y siento.
Mi pensar tiene sed
de continuidad, de permanencia.
De alli viene el yo,
el ego, y ese es el origen del miedo, del miedo a perder, a sufrir.
Si no conozco mi
inconsciente, no comprenderé el miedo y toda mi búsqueda en mi mismo estará
falseada.
No habrá amor y mi
único interés será el de asegurar la continuidad del yo, incluso después de la
muerte.
jeanne de salzmann